A Una Anciana/To an Old Woman
Venga, madre —
su rebozo arrastra telaraña negra
y sus enaguas le enredan los tobillos;
apoya el peso de sus años
en trémulo bastón y sus manos temblorosas
empujan sobre el mostrador centavos sudados.
¿Aún todavía ve, viejecita,
la jara de su aguja arrastrando colores?
Las flores que borda
con hilazas de a tres-por-diez
no se marchitan tan pronto como las hojas del tiempo.
¿Qué cosas recuerda?
Su boca parece constantemente saborear
los restos de años rellenos de miel.
¿Dónde están los hijos que parió?
¿Hablan ahora solamente inglés
y dicen que son hispanos?
Sé que un día no vendrá
a pedirme que le que escoja
los matices que ya no puede ver.
Sé que esperaré en vano
su bendición desdentada.
Miraré hacia la calle polvorienta
refrescada por alas de paloma
hasta que un chiquillo mugroso me jale de la manga
y me pregunte:
— Señor, how much is this? —
Come, mother —
your rebozo trails a black web
and your hem catches on your heels,
you lean the burden of your years
on shaky cane, and palsied hand pushes
sweat-grimed pennies on the counter.
Can you still see, old woman,
the darting color-trailed needle of your trade?
The flowers you embroider
with three-for-a-dime threads
cannot fade as quickly as the leaves of time.
What things do you remember?
Your mouth seems to be forever tasting
the residue of nectar hearted years.
Where are the sons you bore?
Do they speak only English now
and say they’re Spanish?
One day I know you will not come
and ask for me to pick
the colors you can no longer see.
I know I’ll wait in vain
for your toothless benediction.
I’ll look into the dusty street
made cool by pigeons’ wings
until a dirty child will nudge me and say:
“Señor, how mach ees thees?”